jueves, 30 de diciembre de 2010

MUDANZA

Por deseo expreso del numeroso club de fans de este blog, me mudo a www.pathologies.wordpress.com.

A ver si desde allí nos podemos contagiar pathologies varias con mayor facilidad.

Feliz 2011!

Pat-ons

viernes, 26 de noviembre de 2010

OBSESSĭO




Obsesión proviene del término latino obsessĭo que significa asedio. Se trata de una perturbación anímica producida por una idea fija, que con tenaz persistencia asalta la mente. Este pensamiento, sentimiento o tendencia aparece en desacuerdo con el pensamiento consciente de la persona, pero persiste más allá de los esfuerzos por librarse de él.

Sin embargo, aunque podamos referirnos con este término a un trastorno psicológico más o menos grave, también podríamos denominar obsesión a esa extraña mezcla entre ilusión, perseverancia, fascinación, aturdimiento, deseo, inquietud y admiración que nos da por sentir a veces por determinadas personas o personajes. Así, podríamos sentirnos obsesionados por Bono, Russell Crowe, Bruce Springsteen, Meryl Streep, Stephen King, Shakira, Messi, Fernando Alonso, Barak Obama, Orlando Bloom, Nicole Kidman, Norman Foster, Natalie Portman, Pep Guardiola, Corinne Bailey Rae. Puede ser cualquiera. También puede tratarse de un amor de infancia, de un vecino, de la profesora de inglés de nuestro hijo, de aquella persona que nos presentaron en una fiesta y con la que apenas intercambiamos unas palabras, de alguien con quien nos cruzamos en el metro o en el supermercado del barrio siempre a la misma hora. Cualquiera de ellos puede atraparnos y dejarnos colgados de nuestra obsesión por ellos. Ellos lo ignoran, y su única culpa es la de ser ellos mismos,  cruzarse en nuestra vida ocasionalmente, y aparecerse en nuestros pensamientos y deseos muy a menudo, demasiado a veces. Pero esa obsesión no tiene por qué ser negativa o destructiva. A veces podemos reconducir esa obcecación, esa admiración desmesurada. Es posible hacer que ese hechizo irracional se convierta en un aliciente, en un estímulo creativo, en un motivo para empezar cada nuevo día con ilusión y fuerza. Quizás podamos escribir un diario numerando y detallando las ocasiones en que los hemos visto, en sueños o no; quizás nos recreemos mirándolos, escuchándolos, leyéndolos; quizás hagamos todo lo posible por emularlos de alguna forma, y en la medida en que nos resulte posible o asequible, escribiendo, actuando, proyectando, cantando, sonriendo. Ideamos posibles encuentros imposibles con ellos, hacemos real la irrealidad. Conseguimos así que, aunque ellos ignoren nuestra existencia, o la alta consideración en que los tenemos, pasen a formar parte de nuestras vidas de alguna forma. Transformamos nuestra obsesión en creatividad motivadora y, lejos de considerarnos perturbados, nos sentimos más felices. Porque… nunca se sabe: quizás algún día lleguemos a cruzarnos con ellos realmente, en la tienda donde trabajamos, en un concierto, en otra fiesta, en un congreso, en un atasco, en el supermercado. Y entonces, llegado el gran momento, nos sentiremos pletóricos, entusiasmados, exultantes, y muy pero que muy orgullosos de estar absolutamente preparados para la ocasión. Gracias a nuestra sana y efectiva obsesión.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

STUCK IN A MOMENT

Esta semana el ascensor del edificio de la agencia se ha estropeado. Un apañado cartel casero de "No Funciona" colgaba en la puerta y auyentaba a los usuarios, que la leían con cara de fastidio. Las escaleras han sido, obviamente, la alternativa más asequible, aunque abordar cinco pisos, especialmente cuando son de subida, no resultaba muy alentador para quienes podemos quedarnos, a los diez o viente escalones, precisamente sin aliento. La última sesión de deporte o ejercicio queda demasiado atrás como para afrontar con una mínima dignidad el ascenso cardiovascular.

Ha habido, sin embargo, otra alternativa... Detrás del ascensor oficial, tras bajar unas viejas escaleras con aire clandestino, como asimilada camaleónicamente con la pared, pintada exactamente del mismo color crema confuso, la portera me ha descubierto una puerta que, en efecto, se abría, desdibujándose de la pared, cobrando vida, y tras la cual, para mi sorpresa (y vértigo), se accedía a un viejo montacargas, espacioso pero destartalado, en funcionamiento pero de lo más sospechoso.

La portera cierra las puertas interiores por mí, y acto seguido oigo el golpe violento de la puerta exterior cerrarse vehementemente. Puedo visualizar mentalmente cómo ha recobrado su aspecto de puerta-camuflaje. Luego... silencio. Me quedo sola. Encerrada. Inmóvil. ¿Y ahora? Un escalofrío me recorre la espalda...

Vamos a ver: pasan 10 minutos de mi hora de llegada, he sido tan gandula como para no subir unas cuantas escaleras y, llegados a este punto, no me queda otra que... subir. Presiono eL botón con el número 5 de una hilera de botones cercanos a la puerta. Lo cual me hace dar un respingo de agárrate y no te menees, porque ese botón activa un timbre, un timbre de alarma. Separo el índice del botón; el ruido sordo y agudo desiste. Qué susto... Caigo en la cuenta entonces de una segunda hilera de botones, un poco más a la izquierda, en la que se vuelven a repetir cada uno de los pisos. Llevo tímidamente el dedo índice al cinco... Rrrrriiiiiinnnngggg!!!! ¿Será posible que los botones de un este trasto sólo sirvan de alarma y no para poner en marcha el cubículo con rumbo al piso seleccionado? ¿Qué clase de normas rigen aquí dentro? ¿De qué va todo esto? Entonces vuelvo la vista aún un poco más a la izquierda, para descubrir una tercera hilera de botones... Esta vez acciono el tercer cinco casi sin pensar, preguntándome si esta vez el timbrazo sonará más o menos fuerte, y entonces es cuando suelto un grito histérico que, de no ser por la situación zúlica en que me encuentro, bien podría haberse escuchado a lo ancho y alto de la escalera, porque el artilugio, ahora sí, arranca inesperadamente, y me pilla totalmente desprevenida.

Sudor frío. Aceleración cardíaca. Respiración nerviosa.

Mientras observo horrorizada cómo se mueven las paredes que se ven al otro lado de los cristales de las dos puertas interiores, ya no puedo evitar por más tiempo pensar en el miedo que tengo a los ascensores, a los espacios cerrados, especialmente si son profundos y reducidos. Por un momento, imagino el vacío creciente bajo mis pies, en este agujero recóndito por el que me estoy desplazando y que cada vez se aleja más del suelo firme. El vértigo me aturde. Por favor, que no se quede parado. Por favor, que no se estropee. Por favor, que no me deje aquí tirada. Por favor, que llegue al quinto.

Para eludir el hipnotismo de las paredes movedizas, me doy media vuelta buscando la pared opuesta a las puertas de entrada. Pero no hay tal pared. Son otras dos puertas, detrás de las cuales otra pared desciende, lenta pero imparable. ¿Por qué rayos hay una segunda puerta, si el acceso a la vivienda tiene que ser por la misma puerta por la que he entrado? ¿A dónde narices llevará esta otra puerta? No, no quiero saberlo. No quiero más dudas, ni más misterios. Llevo dos minutos de ascenso que me parecen dos horas. A cada segundo que pasa mi falta de control de la situación va en aumento.

Estoy sola, encerrada, lanzada a un vacío claustrofóbico.

El parón de llegada al quinto piso es de traca mayor (cómo no...). Un trasto como este no puede llevar amortiguación de ningún tipo. No sé cómo lo hago para conseguir amortiguar mi propio respingo ( y ya van dos): debe ser porque me va la vida, si pego un salto aquí dentro, con la profundidad sin fondo a la que podría caer, me muero directamente.

Abro la puerta interior izquierda. Abro la puerta interior derecha. Empujo la puerta exterior de acceso al piso. Empujo la puerta exterior. Empujo la puerta exterior.

No se abre.

Sola, encerrada, cardíaca. Histérica.

Observo la puerta con mirada amenazadora. Es un tête à tête entre la maldita puerta y yo. ¿Qué pasa, eh? ¿No te abres ahora, hmm? Y aunque casi de inmediato pienso que mi reacción es de lo más absurdo, resulta ser efectiva, porque esa mirada intimidadora me proporciona la llave para salir de esta encerrona: la puerta camaleónica posee una cerradura casi a la altura de la vista, y ello me lleva a deducir que la puerta debe necesitar de una llave para abrirse, con lo cual recuerdo, aún en mi estado catatónico, la tercera llave que formaba parte de las que se me entregaron para tener acceso a estas instalaciones. Esa tiene que ser la llave. PorelamordeDios, tiene que ser.

Busco la llave en mi bolso, nerviosa. ¿Cuánto tiempo llevo aquí dentro? ¿Un cuarto de hora? Si me quedase aquí encerrada, ¿me vendría a buscar alguien? ¿Escucharía alguien el ring estridente de las filas A y B?  ¿Servirían de algo mis gritos ahogados por estas paredes viejas, oprimentes y recónditas? Porque no vuelvo abajo ni loca. Me muero aquí mismo antes que volver atrás. La llave, por favor, la llave...

Encuentro la llave. La llave no entra. Le doy la vuelta, a ver así, con los dientes mirando hacia abajo. ¡Ahora sí! Giro la llave, empujo la puerta y... accedo de nuevo al mundo real... Me encuentro en un rincón extraño pero no desconocido, a poca distancia de mi espacio laboral habitual. Puedo verlo. He llegado. He escapado.

Cierro con fuerza las dos puertas interiores (inclinando el tronco, sin poner un pie dentro del cubículo). Cierro entonces la exterior. ¡Blam! Me despido del montacargas asesino con expresión amenazante: no has podido conmigo, cargador de poca monta-. Te he vencido. Puedes volver a desaparecer de mi vida.



PATOLOGIA: Claustrofobia vital transitoria.

En ocasiones la vida nos mete en montacargas asesinos, situaciones oprimentes y claustrofóbicas, sobre las cuales no tenemos ningún control, y el vértigo a la profundidad bajo nuestros pies, la bathophobia, se apodera de nosotros. Los botones que accionamos no nos aportan solución alguna, sólo ruidos estridentes inservibles. Algunas puertas no llevan a ningún lugar, y el trayecto se hace interminable e insufrible. Estamos solos, atrapados.

A veces, ese pasillo negro vertical se presenta ante nosotros, horizontal, y adopa la forma de un túnel oscuro, solitario, sin iluminación alguna, sin salida. Avanzamos a través de este espacio indeseado a tientas, palpando a nuestro alrededor continuamente, buscando referencias, puntos de apoyo, paredes que nos señalen una dirección. Sólo nos guía el silencio, cualquier atisbo de sonido, el relieve del pavimento que pisan nuestros pies. Ni rastro de luz.

Pero toda puerta tiene una llave. Y todo túnel tiene una salida. Tarde o temprano salimos al espacio abierto, a la luz, quizás desde una perspectiva diferente, extraña, pero liberadora al fin. Y descubrimos que no estábamos tan solos. Y nos damos cuenta de cuánto ha valido la pena el esfuerzo de subir, de avanzar, de no desistir, de confiar, de saber esperar.

Los atolladeros se transforman en paisajes abiertos y playas soleadas. Los túneles sin salida dan paso a bellos puentes sobre parajes pintorescos. El mal momento pasa. El presente vuelve a tener luz propia, y nos sentimos capaces, de nuevo, de iluminar nuestro futuro.


Eso sí, yo no vuelvo a subir en el montacargas asesino ni jarta vino...


"Facing it, always facing it, that's the way to get through. Face it."
Joseph Conrad

domingo, 14 de noviembre de 2010

SOBRE LA URGENCIA DE ESCRIBIR

"Eso es escribir: encontrar lo más urgente que hay en tu interior y explicarlo, porque lo que pase después con tu obra — que ganes un Pulitzer o que no te lea ni tu madre— es sólo cuestión de ego y puedes vivir perfectamente sin ello; pero sin escribir, sin crear: pintar, esculpir, cocinar: sin explicar eso tan urgente que no te deja dormir, nadie puede vivir plenamente.
(...)
Si has encontrado eso tan urgente que cada uno lleva dentro, no podrás contenerlo: saldrá a borbotones de ti y después arrastrará a todos los que te lean hasta convertiros en un mismo magma en el que nos reconocemos, porque todos estamos hechos de la misma putrefacta y eterna materia humana.
(...)
Eso es escribir, que no tiene nada que ver con ser escritor. Bueno, alguna vez, sí."

Entrevista Richard Price en La Contra


PATOLOGÍA.- Necesidad imperiosa de escribir. En ocasiones se convierte en una dolencia de carácter grave, y entonces la sala de urgencias adopta forma de email impulsivo, de publicación de un post, de las páginas que formarán parte de un artículo, de un estudio, de una novela. Porque no se puede contener, sale a borbotones. Hemorragia imparable. Luego, claro está, hay "urgencias" y URGENCIAS.
SÍNTOMA.- Dejemos que todos los que tímidamente se acercan al núcleo, al magma incandescente de nuestros sentimientos más íntimos, disfruten de su pálido reflejo...

(...)

TRATAMIENTO.- Escribir un blog puede resultar una terapia efectiva para paliar los síntomas de esta patología. Si no fuera porque este blog no tiene la más mínima intención de alimentar el ego de quien lo escribe, sino simplemente la de exteriorizar lo irreprimible, ahora mismo cogería el teléfono para llamar a mi madre: "Mamá, por favor, lee mi blog!" Nunca me han gustado los extremos...

Pero mi madre, que pertenece a una generación que no entiende de blogs, ni webs 2.0, ni nada de esas cosas, seguramente debería recibir una copia impresa de las entradas aquí publicadas para ser considerada lectora asidua de mis pathologies (eso sería hacer trampas o podría contarse entre los seguidores?). Aunque, por otro lado, quizás me llevaría una sorpresa, porque vete a saber hasta qué punto los aplicados alumnos de esos "cursillos de internet" que imparten en los "casals" y demás centros culturales y de atención a la tercera edad los instruyen en los usos y las artes de los blogs y las redes sociales. De hecho, mi madre bien podría escribir su propio blog: tiene mucho que contar, y tiene gracia para hacerlo. Cielos, entonces quizás podría enfermar de blogodependencia o algo por el estilo? En fin, eso sería ya  sería otra historia . Eso sería otra patología. Otro post pathológico. 

jueves, 11 de noviembre de 2010

LOS LUGARES REMOTOS

"Los lugares remotos son lugares próximos y muy lejanos. La proximidad la proporciona el deseo, la distancia viene impuesta por la dificultad, o la imposibilidad, de la realización o del encuentro con este deseo. Los lugares remotos son lugares mentales construidos por la intuición y por la idea de que hay espacios, alejados del espacio cotidiano, en los que poder realizar la totalidad de la persona o habitar según la idea que cada uno se ha construido de la existencia, o el lugar donde aparece la posibilidad de otra existencia.

Es la imaginación la facultad capaz de identificar el deseo y la idea en la construcción de la imagen de los lugares remotos. Porque, por muy apartados y lejanos que estén, los lugares remotos aparecen con una imagen precisa, y a menudo, minuciosamente descrita ya sea en una imagen plástica o en una imagen verbal: por lo que los lugares remotos no son espacios desconocidos, sino abiertos al conocimiento y a ser hollados desde la necesidad que el deseo provoca. El lugar remoto ofrece, tal vez, la presencia real de lo desconocido, y lo desconocido es, sobre todo, aquello a lo que nunca se le puso atención y de repente aparece en toda su extrañeza y familiaridad.
(...)
El lugar remoto es una extensión del espacio real, sin las contingencias que impone la realidad y sin los hábitos frecuentes en esa realidad.
(...)
Los lugares remotos son lugares próximos y posiblemente no tan lejanos. Están a la expectativa; a la espera de que se transformen en lo que son: espacios del deseo por cumplir. Nuestra historia y nuestra vida tal vez no tengan otro objetivo que hacer de él un lugar habitable, una realización de una idea, una actualización de nuestra potencia vital."

No tan lejanos. De Ítaca a Rothko de Toni Marí, en un CulturaS de LV



Ha nacido un nuevo lugar remoto, con nombre propio y obsesivo, confeccionado con retales de la irrealidad que nos rodea y que, por alguna razón, no nos pasa desapercibida. He aquí mi espacio para la mayor de mis patologías: la de los deseos por cumplir. 

PATHOLOGIES es, pues, un lugar mental construido desde la intuición y la imaginación, aunque basado en retales del espacio cotidiano, en el cual podré habitar de vez en cuando, y en el que, quién sabe, quizás encontraré la posibilidad de otra existencia.
Aquí van a venir a parar mis Pathologies mentales, en forma de imagen verbal. Compartiré sus síntomas, trataré de hacer diagnóstico, y propondré (o solicitaré) tratamientos, curas y terapias varias.

Lo mejor de estas Pathologies, contrariamente a las patologías del espacio real, serán los efectos secundarios: las posibles reacciones al otro lado del blog. Es posible que algunas de ellas adopten también forma de imagen verbal y vengan a parar a los comentarios. La mayoría, como tantas otras ideas y pensamientos, quedarán en ese lugar remoto que es la imaginación y la mente de cada uno de nosotros.